Varias veces he escuchado decir que no somos un grupo normal. Cada una tiene manías de lo más extrañas que, por alguna fuerza subliminal, no se excluyen ni contraponen.Nos conocemos hasta el más odioso de los arranques, el gesto preciso de cuando estamos mintiendo, la manera de movernos cuando queremos decir algo importante, las palabras exactas que usamos cuando nos estamos por poner a llorar, las risas de compromiso... ellas saben qué me causa y qué me parece de lo más patético.
Ellas me conocen más de lo que me conozco y yo las conozco más de lo que ellas se conocen a si mismas.Tengo la alegre libertad de decir cada puto pensamiento que se me cruza, desde los más inteligentes, hasta los más estúpidos, pasando por aquellos por los que la sociedad se haría conmigo su mejor estofado... y puedo decirlo sin culpas, sin sobresaltos y, sobretodo, sin que se ponga en duda mi integridad psíquica. Puedo preguntar barrabasadas olímpicas y puedo hacer afirmaciones ridículas que las repiten conmigo.
Son las compañeras de mi ruta de doble mano al fin del mundo y las elegiría otra vez, si tuviera la oportunidad, para que subieran a mi auto y compartieran sus vidas conmigo.
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